Ernest
Hemingway, prestigioso escritor estadounidense con obras reconocidas a nivel
internacional como “El viejo y el mar”, fue un apasionado de los gatos.
El
primer gato que conquistó su corazón fue Snowball (Bola de Nieve), un obsequio
de un capitán de barco. Ese pequeño
felino tenía una característica y es que era polidáctilo, es decir que tenía 6
deditos en sus patas delanteras. Esta extraña condición es una mutación
genética que se presenta en distintas razas, principalmente en los Maine Coop.
Con el tiempo Bola de Nieve fue cruzándose con gatas locales y poco a poco la
casa fue llenándose de gatitos con 6 dedos.
Los
marineros creían que los gatos polidáctiles traían buena suerte, por este
motivo era bastante habitual ver, especialmente en barcos noruegos, a felinos
de seis dedos caminando por cubierta. Aunque quizá el verdadero motivo fuese
que son buenos cazadores de ratas y tienen un buen equilibrio.
Cuando
el felino llegó a la vida de Hemingway, él ya vivía en el Cabo en Florida con
su segunda esposa. Al divorciarse en 1940 se mudó a su casa de La Habana en
Cuba, pero en Estados Unidos quedaron los descendientes de su amado gato
Snowball, todos ellos con nombres de personajes famosos como Pablo Picasso.
Llegó a tener más de 60 gatos y al dejar la casa fue tomada por cientos de
ellos. Cuando la casa se convirtió en museo, la fundación que la administra
decidió mantener su población gatuna entre 40 y 50 miembros asegurando así su
mantenimiento, salud, aseo y buena convivencia. Además, cada semana va un
veterinario para regular su dieta, controlar las vacunas, etc.
Para
los amantes de la arquitectura los gatos polidácticos son tan atractivos como
la casa en si misma ya que es un ejemplo perfecto de su tiempo y por la extraña
circunstancia de que incluye una de las primeras piscinas privadas construidas
en Estados Unidos. Sin olvidar los objetos personales del escritor, sus
habitaciones privadas, fotografías de la época, manuscritos y demás piezas que
rodeaban la vida de Hemingway, sus rutinas, gustos y actividades.
Por ese
motivo, a partir de ahora los célebres gatos podrán seguir deambulando como
señores en la propiedad del escritor, pero sobre ellos se posará el ojo
vigilante del ministerio.
Miles de turistas
visitan cada año la casa-museo y se llevan como recuerdo las fotos de los gatos
que deambulan por el lugar, duermen en el jardín o beben de uno de los orinales
que Hemingway quitó del bar Sloppy Joe. Su presencia siempre fue un homenaje al
espíritu libertario que se respiraba en Key West, una localidad cuyos
habitantes no se consideraban parte de Estados Unidos y que a finales de los
años 80 llegaron a declarar oficiosamente la secesión, autoproclamándose
ciudadanos de la República de la Concha.
Si tu próximo destino de vacaciones es Miami, no olvides pasar por esta espectacular casa museo donde un día vivió Hemingway.
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